David Fernández: 'El capitalismo es una fábrica de desigualdad porque le da igual fabricar un ca
- Alba Richart Colomé
- 3 abr 2016
- 4 Min. de lectura
A las 19:30 todavía hay gente entrando y acomodándose en las últimas butacas libres que quedan en el Auditorio Axa. Es jueves y hoy el diario Ara ha organizado un debate que lleva por nombre “Capitalisme: reforma o substitució” moderado por Antoni Bassas y protagonizado por Miquel Puig y David Fernández, ambos colaboradores habituales de este periódico.

Miquel Puig es doctor en economía y ha desarrollado su carrera profesional en la enseñanza universitaria, la administración pública, la empresa multinacional y el asesoramiento independiente. Ha ocupado cargos en la Generalitat y ha sido director de la CCMA. Actualmente publica artículos regularmente en medios de comunicación como el diario Ara.
David Fernández es un periodista y político catalán que proviene de los movimientos sociales. Fue diputado y portavoz de la CUP en el parlamento de Cataluña de 2012 a 2015 año en que presidió la Comisión Parlamentaria del ‘caso Pujol’. Actualmente colabora con diferentes medios de comunicación, como el diario Ara o VilaWeb.
Ante un público expectante Bassas presenta el acto siendo completamente fiel al diario catalán, tal y como menciona su acta fundacional, “L’ara neix per ser una àgora pública amb el lector com a protagonista”. Nos informa que somos seiscientas personas y que las entradas hace horas que están agotadas.
Antes de presentar a los protagonistas, el imponente periodista, influenciado por su experiencia norte americana, nos define el capitalismo con las palabras del diccionario y con algunos adjetivos que acabarán usándose más tarde, como capitalismo de amiguitos, capitalismo salvaje, capitalismo industrial…, y, a través de un par de gráficas, nos muestra las desigualdades en el mundo y las diferencias entre los más ricos y los más pobres. Como colofón y para calentar a los espectadores, un video tronchante de Pepe Rubianes hablando de lo magnífico que son los bancos y sus préstamos da paso a los dos economistas invitados.

Miquel Puig va vestido con traje, podríamos obviar que él será el encargado de defender el capitalismo a capa y espada. Por otro lado, Fernández viste dos camisetas arrapadas al pecho y arremangadas hasta los codos, una vestimenta informal que nos da una imagen desenfadada y fiel a su personalidad a la que ya nos tiene acostumbrados. Es evidente que Fernández intentará rebatir los argumentos del capitalismo.
Puig tiene la palabra y define el capitalismo con un adjetivo que usa repetidamente, plasticidad, ‘el capitalismo es algo muy plástico’ y lo argumenta afirmando que hay países que actualmente se consideran capitalistas como China o Vietnam.
El argumento que intenta defender su postura es el siguiente: ¿Cuál es la sociedad que tiene un modelo más bueno? Puig da por entendido que este modelo es el capitalismo y que por lo tanto es el modelo a seguir.
David Fernández es más taxativo, se mantiene en una postura firme, no titubea, sabe responder a cualquier tipo de argumento que apela Puig y lo ejemplifica con casos específicos, con citas de libros históricos, con situaciones reales de países concretos y con una seguridad que produce envidia para aquellos que no la tenemos: “El capitalismo es irreformable, hay intención de lucro, maldición, el capitalismo es autoritarismo y represión, es injusto, inmoralmente inaceptable, asocial, indiferente, el capitalismo mata, es genéticamente violento, no puedo decir por qué sustituirlo pero tengo matrices’, apela también a la codicia del mercado y a la ausencia de valores del capitalismo.
El debate se alarga una hora y media, pero al público no parece importarle mucho; de hecho se asemeja a un partido de tenis, uno reparte estopa y el otro se defiende como buenamente puede. David Fernández se gusta, se nota cómodo, se intuye que lleva años debatiendo este tema y que es difícil convencerlo con cualquier argumento. En cambio, Puig parece no haberse preparado nada y la mayoría de intervenciones que hace son para mencionar Suecia como ejemplo de democracia capitalista, pero es más lento, no tiene tantos reflejos y a pesar de que ha publicado libros sobre el tema, parece habérsele olvidado los argumentos a favor de la postura que defiende.
Bassas lanza otra pregunta. ¿El capitalismo es una crisis cíclica?
Puig dice que los auténticos enemigos del capitalismo son los propios capitalistas, los privilegiados que abusan de este para lucrarse, y acusa a su interlocutor por haber afirmado que el sistema capitalista no tenga sentimientos. Además, divide el mundo en tres tipos de países: los revolucionarios, que dice ser los peores, los reformistas, que son los que están mejores y los que tienen ambas cosas, como es el caso de España.
Fernández no suele evadir las respuestas, es más claro y directo, ‘el capitalismo tiene que ser sustituido, es insostenible, es una crisis constante, nada será como antes, el mundo avanza hacia un desorden global, espero que en cien años lo superemos, pero estamos confundiendo ética con economía y existe un fraude en identificar crecimiento con bienestar'.
Bassas lanza la última pregunta: ¿Se puede frenar el hecho de que la riqueza esté repartida en tan pocas manos? Fernández apela a la necesidad de una economía cooperativa, un espacio de intermediación donde no existan lógicas de voracidad de acumulación de riqueza y exige recuperar el sector público con una mejora de la educación, la salud y la cultura. El debate continúa con más ejemplos y más argumentos por ambas partes, consiguiendo David Fernández ponerse al auditorio al completo al bolsillo haciéndoles reír con comentarios hábiles y con sus citas punzantes.
Justo al finalizar el acto, David Fernández hizo un intento fallido de arrancar al público a cantar el himno de la Internacional sin mucho éxito, puesto que los allí presentes no suelen presenciar las ágoras en las plazas públicas de la ciudad y probablemente, las corbatas tibantes no les dejan entonar una canción revolucionaria, aunque algunos nos quedemos con las ganas.
Es tarde, así que el moderador, que ha jugado un papel de observador privilegiado, concede tres preguntas al público, que pecan de aburridas y poco originales. Los invitados se funden en un abrazo sincero, a pesar de los distintos puntos de vista que tienen sobre el capitalismo y el auditorio estalla en aplausos agradecidos por la intensidad y el nivel de ambos interventores.
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