Un día en la Bolsa de Barcelona
- Alba Richart Colomé
- 9 mar 2016
- 5 Min. de lectura
10:45. Nos agrupamos delante de la Bolsa de Barcelona. Somos dos grupos numerosos. Se acerca Cristina Díaz a saludarnos y se presenta como nuestra guía. No nos permiten hacer fotografías, por lo que algunos, entre dientes, funfurruñan en desacuerdo. Es una normativa tomada para proteger la anonimidad de aquellos que se encuentran dentro trabajando.

Es la primera vez que pongo los pies en la Bolsa de Barcelona aunque haya paseado por delante cientos de veces. Me siento expectante. Tengo ganas de ver el interior del edificio, la gente que trabaja en él y entender un poco más como funcionan las transacciones que se producen ahí dentro.
Una vez cruzamos el control de seguridad, las expectativas son muy distintas a lo que mis ojos pueden observar. Me esperaba hombres jóvenes entrajetados nerviosos, gritando cifras a otros hombres también encorbatados, disputas, compras y ventas de acciones, tal y como nos muestran en las películas americanas. Me esperaba un ambiente tenso, corredizas en el hall pero la realidad es otra muy distinta, se entrevé cierta rutina cansina.
Lo primero que siento al entrar es un calor abrumador. Ya nos lo ha advertido Cristina antes de entrar que podemos sentirnos mareados por la calefacción.
Una vez me he despojado de mis aposentos hago un giro de 360 grados. Hay numerosas pantallas alrededor, 600 pantallas de distintas medidas, incluso en el bar, que reflejan miles de cifras de colores que representan los valores de las acciones que cotizan en Bolsa.
Con la ayuda de Cristina empezamos a entender a qué pertenecen tantos valores y cómo tenemos que interpretar cada uno de los colores.
En la parte superior del humbral de la puerta principal se situa la pantalla más grande. En ella se pueden leer titulares escritos por la agencia de noticias Reuters, y más abajo la pantalla se divide en tres bloques de cifras. Podemos observar las distintas bolsas europeas e internacionales. Cristina menciona a menudo el término IBEX35, que hace referencia a las treinta y cinco empresas españolas que cotizan en la Bolsa.
A estas empresas en el sector de la economía bursátil se las denomina blue chip y eso hace referencia a sus ingresos estables, que tienen valores sin grandes fluctuaciones y no precisan de grandes ampliaciones de su pasivo. En definitiva, el término se utiliza para hablar de empresas estables con alto nivel de liquidez.
En España hay cuatro bolsas, la de Madrid creada en el año 1831, posteriormente se creó la de Bilbao, después apareció la de Barcelona en 1915 y finalmente la más tardía fue la valenciana en 1980. También nos habla sobre la Nikkei, que pertenece a la bolsa de Tokio, Wall Street, la de Nueva York, el Eurostoxx 50, que hace referencia a los 50 valores más potentes del continente europeo y la NASDAQ 100 que en este caso es la americana.
El mercado se abre a las 9:00 pero se tiene que tener en cuenta que a esa hora el mercado americano todavía está cerrado y no es hasta las 16:00 que hay movimientos más determinantes.
Todo me asombra. ¿Cómo es posible que alguien sea capaz de interpretar tantos números y sacarle rentabilidad de ellos?
A los lados del hall hay unas oficinas donde trabajan los Brókers o dealers, que son persona o agente de bolsa que organizan las transacciones entre un comprador y un vendedor para tener una comisión cuando se ejecuta dicha operación. Es decir, es la persona intermediaria que también se encarga de asesorar y aconsejar sobre temas relacionados con el negocio.
Lo curioso es que hay mucha menos gente trabajando de lo que me esperaba y la mayoría de gente que hay son hombres de la tercera edad pegados a los ordenadores que hay en la zona central observando el baile de cifras de los distintos valores y comentando la jugada con total parsimonia.
Cristina nos cuenta que a parte de las grandes empresas multinacionales que participan en la Bolsa también hay productos que lo hacen como el aceite, el cacao..., divisas y, evidentemente el petróleo, que ahora, a pesar de que el barril está a uno de los precios más bajos de estos últimos años su coste para el consumidor no ha descendido.
La visita se me hace corta, a penas ha durado una hora. Cristina nos acompaña amablemente a la puerta y el primer grupo desaparece por donde ha entrado. Aun así, los estudiantes de periodismo seguimos haciéndonos preguntas, por lo que nos negamos a abandonar el edificio. La atacamos con todo tipo de cuestiones, nos mostramos insistentes y parecemos no tener suficiente con las respuestas que nos da.
¿Y qué pasaría si Cataluña se independizara? Cristina vacila pero admite que no sería favorable para ella y que la inestabilidad hace caer los mercados y que esto no convendría.
¿Y qué pasó con el nombramiento de Puigdemont, hubo algún movimiento extraño en la Bolsa ese día?
- La verdad es que no, responde ella.
Y si se marcha la luz, ¿qué pasaría con todas estas pantallas iluminadas? El edificio, nos comenta nuestra amable guía, tiene unos generadores de luz que en apenas un minuto reestablecerían todas las conexiones.
Un dato curioso es que la información que hay en las pantallas no se puede mirar en internet, y es imposible, afirma, piratearlo desde casa. Además nos cuenta que la inversión inicial para obtener beneficios es de 2000€.
¿Y por qué hay tanta gente mayor? Cristina se ríe y nos confiesa que las transacciones que hagan estos hombres no son ni el 0,000001 por ciento del dinero que se mueve en un día, que esos señores probablemente están aburridos en sus casas y es un modo de entretenimiento, además la entrada es totalmente gratuita.
Si nos fijamos bien, prácticamente no hay ninguna mujer. Probablemente, como nos comenta ella, es debido a la organización y la estructura familiar de hace unos años, donde la mujer se quedaba en casa limpiando y cuidando a los hijos y no tenía la independencia para crecer profesionalmente, ya que era un sistema patriarcal.
Un detalle interesante con el que me fijo es que a cada lado de los ordenadores hay unos teléfonos y cuando se realizan llamadas para comprar y vender acciones, todas las conversaciones se quedan registradas para, si se diera el caso, tener una prueba de lo que se había hablado por teléfono y poder demostrar delante de un juez en caso de que se cometiese un error transaccional.
La última curiosidad que nos explica Cristina antes de despedirse es que en la Bolsa no hay la famosa campana que sale en las películas, solo la sacan cuando entra una nueva empresa a cotizar y esta tiene que hacer una presentación.
Con toda la información anotada en nuestras libretas nos despedimos de nuestra guía y le agradecemos la paciencia y el tiempo dedicado.
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